Encajarlas, desatascarlas, entornarlas, abrirlas de par en par, cerrarlas a cal y canto, asomarse, esconderse... Las ventanas como mirada al mundo, al mío, que no es poco.
Todo ha empezado por estas palabras. Les busco una coherencia hacia la que me rebelo. No es así, mi casa está donde estoy yo. ¿No? Pues no. Me habita un hombre, un hijo, una hija. Y después lo demás.